Es algo que tiene ella dentro.
No sabe a qué se debe.
No es bueno, la corroe por dentro.
Cierra un momento los ojos, quemándose por dentro. Los vuelve a abrir y en su rostro se dibuja una sonrisa. Siempre se ha preguntado si cuando lo hace parece auténtica. Quiere que sea como un acrílico. Ese material que borra de la superficie cualquier marca pasada. Y teme que solo sea una suave acuarela.
Sea como sea. Que el fuego se haya debilitado no significa que se haya consumido. Sigue ardiendo levemente. A veces sopla, dejándose llevar. Es una ignorante. Desconoce que así prenderá más.
Tiembla. Sí, tiembla. Siente además el calor. Y se paraliza. Intenta buscar algo desesperadamente que termine con lo que acaba de empezar, pero su cuerpo no responde. Incesante.
Y tras el incendio las cenizas. Se van acumulando. No puede simplemente deshacerse de ellas. Escuecen demasiado y se le pegan por dentro. Quieren quedarse, y ella va aceptándolas como suyas.
Éstas tienen voluntad propia. Están hechas a base de crueldad, venganza y odio. Desean quemar, desean que todo arda en llamas.
Algo pequeño las retiene. Pequeños fragmentos de hielo que luchan por enfriar su interior. Se produce entonces una fusión entre el frío y el calor. No hay vencedor, solo una agradable temperatura.
Pueden entonces ocurrir varias cosas. Puede todo enfriarse hasta que una chispa vuelva a prenderlo todo. Puede volverse insoportable la necesidad de las cenizas por quemarlo todo.
Será entonces cuando quiera contagiar el fuego. Y lo hará poco a poco, con cuidado, dejando pequeñas huellas en las que hay llamas enterradas.