"Esta noche son los Mayos, no sé si tendremos sitio para cenar". Esta oración, dicha por el novio de mi madre, me recordó otra parecida que había sido por alguien hacía exactamente dos años.
Recuerdo qué llevaba yo puesto. Pantalones blancos, manoletinas blancas, una camiseta azul de tirantes y mi cazadora vaquera oscura. Y recuerdo qué llevaba él. Esa inconfundible chaqueta de rayas blancas y negras y unos vaqueros. Solía ir siempre igual, a veces combinando realmente mal.
No voy a hablar de eso. Y diciendo esto es de lo que precisamente escribiré. Si hay algo de lo qué precisamente no me gusta hablar es del pasado. Creo que actualmente sólo una persona sabe todo lo que pasó en mi vida. Al mismo tiempo de sentirte en cierto modo liberada, sientes que no te volverán a mirar con los mismos ojos. Ni a ti ni a quien te rodea.
No es sólo eso. No sabría ni por dónde empezar. No veo motivo por el que empezar a hablar del pasado. Eso ya quedó atrás. Vives con ello, lo tienes presente, pero no hay motivo por el que contárselo a los demás. Bueno, supongo que a veces es inevitable mencionar algo, pero será extraño verme contar anécdotas sobre alguien que precisamente no quiero recordar. Tampoco me gusta precisamente que me pregunten. Que me pregunten qué pasó me hace preguntarme a mí qué hice mal. Para mí siempre soy yo la culpable. O porque fallé o porque no lo vi venir. O porque estaba ciega.
En fin, no hay mucho más qué decir. Tengo mis asuntos que prefiero se queden donde están, o en su caso donde estuvieron. Y de ninguna manera pueden volver.
No hay comentarios:
Publicar un comentario