Voy recogiendo pequeños trozos de luz, pero se van pagando lentamente. Nunca parecen ser suficientes. Reflejos provenientes de cristales rotos, que nunca resultaron ser en realidad nada, tan solo frágiles espejos, espejos que me hicieron ver lo que en un determinado momento quería.
Rayos y destellos, todos cegadores. Todos hacen que cierre los ojos. Y me transportan a otro mundo, en el que puedo soñar, puedo imaginar.
Noches salvajes.
Dulces amaneceres
Abrazos interminables
Cientos de caricias
O... Libertad.
El eterno debate entre las ataduras y no tener freno. El placer de sentirte deseada, independiente. La satisfacción por otra parte de sentirte querida, necesitada.
Soluciones que llegan solas. Sin buscarlas y sin tener ninguna opción para elegir. Soluciones que me condenan, me llevan a la desesperación. Frecuentemente. Siempre. Me hacen dudar de quién soy. Me hacen dudar de todo.
Intento evadirme,
pero forma parte de todos nosotros.
Busco, pero no encuentro. Entonces dejo que me encuentren. Y de esta manera dejo lo mejor de mí, y a cambio recibo frustración, mezclado con insuficiencia propia. Y es cuando busco y busco dentro de mí.
Entonces abro los ojos. Todo está a oscuras de nuevo. De nada servirá negarme que no necesito luz. De nada servirá hacerme creer a mí misma que finalmente encontraré la luz que necesito.
Y seguiré buscando destellos.
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