domingo, 27 de enero de 2013

Más lluvia, eso necesita.


Le gustaba pasear en días lluviosos. 
Caminar por esas vacías calles donde la luz se reflejaba en la brillante piedra mojada. 
Escuchar las leves caricias de las gotas contra su paraguas. 
El eco de algunas pisadas, 
el sonido de algún coche que arrastraba el agua.
Girar el paraguas creando una danza de minúsculas gotas que custodiaban su paso.
Verse arrastrada por el paso del viento.
Saltar dentro y fuera de los charcos.
Sentir el ligero y fresco tacto del agua en su piel.

domingo, 20 de enero de 2013

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El viento en la calle suspira a gritos.
Si tan solo fuésemos capaces de atrapar una pequeña brisa y encerrarla en nuestro interior, para que se lo llevase todo...
Pero hay una puerta que impide el paso.
Una puerta cerrada con llave.
No recordamos el momento exacto en el que la cogimos  y nos encadenamos para lo que en un momento esperamos que fuese eternamente.
Y ahora tampoco podemos rememorar dónde está. Desconocemos su tamaño, su forma. Dudamos incluso de que alguna vez haya existido.
Tampoco podríamos saber qué pasa si conseguimos encontrarla. Y de todas formas, es mucho el esfuerzo que tendríamos que hacer para intentar buscarla. Y ya mencioné que dudamos de que alguna vez pudiera haber existido.
Y seguimos aferrándonos al desconocimiento de lo que pueda entrar. O de lo que pueda salir. En un rincón intentamos soplar ligeramente. Tan solo ligeramente, manteniendo esperanzas.