El viento en la calle suspira a gritos.
Si tan solo fuésemos capaces de atrapar una pequeña brisa y encerrarla en nuestro interior, para que se lo llevase todo...
Pero hay una puerta que impide el paso.
Una puerta cerrada con llave.
No recordamos el momento exacto en el que la cogimos y nos encadenamos para lo que en un momento esperamos que fuese eternamente.
Y ahora tampoco podemos rememorar dónde está. Desconocemos su tamaño, su forma. Dudamos incluso de que alguna vez haya existido.
Tampoco podríamos saber qué pasa si conseguimos encontrarla. Y de todas formas, es mucho el esfuerzo que tendríamos que hacer para intentar buscarla. Y ya mencioné que dudamos de que alguna vez pudiera haber existido.
Y seguimos aferrándonos al desconocimiento de lo que pueda entrar. O de lo que pueda salir. En un rincón intentamos soplar ligeramente. Tan solo ligeramente, manteniendo esperanzas.
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