Tal vez haya estado un tanto pesada tras la ruptura de mi cámara. Tal vez. Pero también es verdad que ha cerrado una etapa.
La etapa de "mi cámara rosa". Hacían ya casi tres años desde que la tenía. Recuerdo haber ansiado una cámara muchos meses, hasta que mi madre al fin decidió concedérmela en navidades.
"Si la quieres rosa, tendrás que esperar dos semanas a que la traigan". Así fue. Esperé ansiosa esas dos semanas hasta que finalmente la tuve en mi poder. Y ese primer año no pudo tener más trabajo. Tampoco el segundo. Y se quedó a mitad del camino del tercero.
No importaba a dónde fuese. Ella venía conmigo. Incluso aunque no la sacase, tenía la seguridad de poder guardar cualquier momento con ella. Más que un instrumento, se volvió mi compañera. "Mi gran cámara rosa". La funda estaba sucia, pero no importaba, "cumplía su misión, proteger a la cámara". Y de eso me preocupaba con gran ahínco. Y así estaba, reluciente, rosa, como el primer día.
En casa también ocupaba sitio privilegiado. Podía estar escondida en un amplio cajón como podía estar a la vista. Pero siempre sabía exactamente dónde.
Mi preocupación por su cuidado era extremo. No la llevaba nunca a donde pudiese haber riesgo, y si lo hacía, siempre me mantenía encima de ella. Es por eso que el accidente me afectó tanto. Después de todo lo que pasó, simplemente, el trípode pierde el equilibrio y se precipita al suelo. En un principio pensé que no había pasado nada. Me costó lo mio recuperar la cámara de detrás del armario, pero no estaba del todo preocupada. Cuando al fin la tuve entre mis manos, comprendí que algo extraño pasaba. Estaba apagada pero con el zoom sacado. La encendí y ahí estaba el mensaje "error de zoom". La apagué de nuevo. Nada. Intenté meter el zoom hacia dentro. Nada. Poco a poco lo fui comprendiendo. Ya poco podía hacer. Y ese poco consistía en que al menos, tuviese su aspecto original, por lo que tal vez de una manera un poco incorrecta, conseguí que el zoom volviese a su posición original.
Ahora, la máquina crea recuerdos se ha convertido en nada más que otro recuerdo. Y cierra definitivamente una etapa.
Madre mía Rosana... Me encantan tus fotos.
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